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El PRI y su bancarrota moral

Por: Antonio Padilla, empresario y ex asesor del Secretario de Gobernación

En la Calzada del Campesino 222 en la Ciudad de Guadalajara, domicilio que ocupa las oficinas del PRI en Jalisco, se puede encontrar en la entrada principal una placa que data del año 2000 en donde resalta con letras doradas el nombre del ingeniero Ramiro Hernández García, quien en aquellos tiempos fungía como presidente del Comité Directivo Estatal de ese partido.

Hoy, como testimonio del nulo cambio generacional de ese instituto político, nuevamente el ingeniero Ramiro Hernández ejerce desde ese domicilio la dirección del PRI Jalisco.

Al igual que hace 20 años, lo hace en una etapa crítica para el PRI tras sendas derrotas electorales producidas por el hartazgo de los mexicanos. De la misma forma que hace 20 años, el PRI es un partido en bancarrota, desgastado y desacreditado ante la sociedad. No obstante, a diferencia de lo que sucedió en aquella época, esta vez parece irremediable su destino de convertirse en un partido satélite del poder.

Así lo confirman las recientes declaraciones del presidente del Revolucionario Institucional en Jalisco quien, sin ningún pundonor, declaró que su partido no descarta ir en alianza con Morena en las elecciones de 2021. Así, de facto, el PRI se asume partido pequeño y traiciona a lo más rescatable de su tradición que es la defensa de las instituciones republicanas del estado y del país.

Esta declaración de derrota anticipada no podría llegar en peor momento para un país que enfrenta la mayor amenaza a su corta vida democrática. Es precisamente ese partido al que el PRI Jalisco propone rendirse el que está poniendo en riesgo los cimientos de un país de libertades y reglas. Un país que, mal que bien, el propio PRI ayudó a construir.

No es momento para cálculos electorales y mucho menos para apostar a la permanencia personal en posiciones de acceso a recursos públicos. Todo lo contrario, es el momento de asumir el rol histórico que las personas y las instituciones tienen en la defensa del país. La titubeante actitud nacional del PRI ahora se refleja en una cobarde postura en estados como Jalisco. El arrodillamiento ante el partido dominante no es otra cosa que el sacrificio de las convicciones por la supervivencia.

Las elecciones de 2021 serán un parteaguas para México. Si MORENA logra hacer crecer su mayoría en el congreso federal, en los estatales y en las gubernaturas, el camino de destrucción institucional que han emprendido ya no tendrá freno. No habrá límites al desmantelamiento de dependencias y programas. No habrá respeto a la autonomía de los estados. Nada les impedirá cambiar las reglas electorales y debilitar a los organismos autónomos.

Sin embargo, el PRI elije ser comparsa en lugar de contrapeso. Tal vez con ello aseguren una cantidad de votos suficiente que les permita sobrevivir un par de sexenios más, pero la gran mayoría de los mexicanos no les perdonaremos claudicar en el momento más crítico de la nación.

Lo único esperanzador es que de toda decadencia surgen eventualmente mejores cosas. Ojalá que la bancarrota moral de partidos como el PRI de paso a nuevas formas de hacer política. Que lo viejo muera y que lo nuevo termine por nacer.

El autor de esta opinión es colaborador especial de este sitio digital informativo y es el reponsable de lo que escribe.